INEA y San Isidro, la fiesta para recuperar los valores del huerto

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INEA celebró ayer su XV fiesta de san Isidro con el Ayuntamiento de Valladolid desde que firmaron el convenio de los Huertos Ecológicos. Una fiesta que es toda una tradición. A ella se suman una gran parte de los jubilados, jesuitas, amigos de la PAL, deseosos de compartir este día: primero la celebración de la eucaristía al aire libre; luego, le sigue la procesión del santo por los huertos con la bendición de las parcelas. Y para terminar, el festival con baile y limonada. Así se celebra al patrón del agricultor desde hace 15 años.

Pero hoy este convenio es mucho más que un proyecto de 430 parcelas para uso y disfrute de los jubilados de la ciudad. Tiene un significado especial, también desde la fe, como decía el director Félix Revilla durante la homilía que congregó a hortelanos, amigos de la escuela, jesuitas y gente de la PAL. Los Huertos Ecológicos de INEA están en sintonía con el llamamiento del papa Francisco en la Laudato Si´porque cada hortelano desempeña una acción en favor del cuidado de la Casa Común.

“Dice el Papa que las cosas pequeñas son importantes y cita en la encíclica que hay que separar la basura, hay que ahorrar papel, hay que apagar la luz….cosas pequeñitas, y yo diría, hay que tener un huerto”, apuntilló Félix. “Un huerto por lo que contribuye para cambiar el mundo”. Y destacó tres valores del huerto: el valor pedagógico porque enseña a cambiar inercias y a valorar pequeñas cosas como una alimentación sana, el silencio en contacto con la naturaleza. También habló del valor simbólico porque un huerto apunta a algo distinto: expresa una manera de ver al mundo que nos gustaría que fuera así para todos –armoniosa, tranquila y aceptando los ritmos de la naturaleza-. Un símbolo que cobra mucha fuerza cuando en Valladolid hay 700 personas que tienen un huerto. Ellos enseñan otra manera de relacionarse con la naturaleza.

Por último destacó el valor político del huerto, “ahora que estamos en tiempo de campaña electoral”: es una fuerza que impulsa a cambiar las cosas, a vivir de otra manera, a relacionarse de otra manera, a decir al mundo que es posible hacer las cosas de una manera distinta, menos interesada, menos pragmática. Por eso invitó a los hortelanos a identificar su actividad como “la construcción de un mundo más bonito para todos”. Un acto pequeño de gran valor porque es importante para el mundo en que vivimos: “Personas que dediquen su tiempo a cuidar las plantas, a cultivar alimentos, a relacionarse con los demás y a cuidar de la naturaleza”.

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