XI Jornadas de Teología de Comillas “El servicio de la reconciliación: una mirada pluridisciplinar”

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La Facultad de Teología de Comillas dedicó a la reconciliación sus decimoprimeras jornadas anuales, que reunieron a ponentes de la talla de monseñor Luis F. Ladaria, SJ, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, o Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant Egidio. Investigadores y profesionales sobre el terreno analizaron las distintas implicaciones psicológicas, filosóficas, prácticas y, por supuesto, teológicas del fenómeno. Todos coincidieron en señalar que la reconciliación es un aspecto clave de la fe cristiana, que se pone de manifiesto en los procesos de perdón y reconciliación, aunque sean de carácter laico.

“La humanidad está atravesada por el mal uso de la fuerza y la violencia, al tiempo que mantiene el deseo de vivir en paz”, comenzó diciendo el Rector de Comillas, Julio L. Martínez, SJ, en el acto de apertura. Recordó cómo la Compañía de Jesús ha tomado conciencia de la importancia de los procesos de reconciliación, y, en los últimos decenios, ha dado pasos fundamentales para favorecerlos. El papel de la universidad es también importante en esta tarea: “No puede haber buena reconciliación en sociedades complejas sin la labor de la universidad y la investigación”, señaló.

Para el Decano de Teología, Gabino Uríbarri, SJ, “al hablar de reconciliación tocamos un núcleo sustantivo de la fe cristiana”. No son pocas las situaciones personales, familiares, laborales o políticas en las que la reconciliación es necesaria, pero dista mucho de haberse logrado, por eso “la reconciliación es uno de los componentes vertebradores de la Compañía”, recordó.

La facultad se decidió por una aproximación decididamente pluridisciplinar para sus jornadas, contando con expertos en diversos campos relacionados con el perdón y la reconciliación. Andrea Riccardi abordó la esfera política, las profesoras de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales María Prieto y Olga Belmonte analizaron los componentes psicológicos y filosóficos, respectivamente; María Dolores López Guzmán, de la Facultad de Teología, aportó la perspectiva teológica; Pablo Guerrero, SJ, la pastoral y misionera, y Luis Ladaria, la de la teología dogmática. Las jornadas concluyeron con una actuación musical de Bert Daelemans, Claudio Zonta y Rosa Escamez.

Riccardi expuso con su ponencia una perspectiva esperanzadora. Comenzó citando al Papa Francisco, que habla de guerra general, una tercera guerra mundial aunque librada a capítulos. “Hoy se rehabilita la guerra como método de solución de conflictos, hemos olvidado la historia y sin ella nos convertimos en prisioneros de las pasiones de un momento. Es fácil el recurso a la violencia y el terrorismo para hacer valer los propios derechos”, aseguró. El problema es que los ciudadanos se sienten poco relevantes ante las decisiones de paz y de guerra. “Nos replegamos en nuestras comunidades, en las Iglesias, extrañándonos de un mundo demasiado grande en el que poco se pude hacer. Una iglesia que no se mide con los problemas de la guerra y la paz es una iglesia introvertida”, denunció.

Para Riccardi, la primera respuesta está en la fe: “En el mundo belicoso, el problema de la fe es definitivo”.  La comunidad de Sant Egidio trata de ponerse en marcha con fe, desde la palabra de Dios: “A nuestras comunidades en todo el mundo les pedimos, como primera obra, encontrarse para rezar. La oración es el grito de quien no se ha resignado al odio y a la guerra”.

“A lo largo del siglo XX todos los papas han sido profetas y trabajadores de paz, pero muchas veces han sido abandonados por los fieles, que no creen que la paz tenga que ver con su misión ―dijo―. Los fieles se dejan llevar por sus pasiones y están intimidados por el conformismo. Sin embargo, la paz es nuestro carisma cristiano”, sentenció.

Las experiencias de reconciliación llegaron de la mano de Elías López, SJ, del Servicio Jesuita de Refugiados (SJR), y José Luis Segovia, miembro del Instituto Superior de Teología Pastoral de la Pontificia de Salamanca. López, que no solo ha trabajado la reconciliación sobre el terreno sino que ha pensado mucho sobre ella hasta elaborar su tesis doctoral sobre el perdón y la reconciliación, expuso su experiencia en los campos de refugiados en África o en países como Venezuela.

Cuando uno empieza a trabajar en el SJR, antes que la triple misión de acompañar, servir y defender, para la que fue fundado, tiene otro triple encargo: “Escuchar, escuchar y escuchar”. De esa escucha López aprendió que los refugiados no solo son víctimas, que no solo tienen que perdonar, sino que también deben ser perdonados. “Ellos nos van evangelizando desde abajo, desde su propia realidad”, afirmó.

Un claro ejemplo del fondo de la exposición de López es la reconciliación preventiva, desde y para la siguiente generación, que practican muchas víctimas, como la que un día le dijo una mujer palestina: “No me pidas que yo perdone, este odio me ha matado a mi familia, pero voy a hacer una cosa… Voy a intentar no pasarlo a mis hijos”. “También Dios perdona desde la reconciliación preventiva, para dar a los hijos un futuro distinto. Incluso Jesús necesita abrirse al padre para perdonar, para abrirse a  las fuentes de vida”, concluyó.

Para José Luis Segovia, la cárcel no es, en principio, un espacio de reconciliación sino de despersonalización, deshumanización y, sobre todo, de irresponsabilidad. “Lo peor de la cárcel no es la privación de libertad sino de responsabilidad. Esa es su tacha moral”. Los procesos de reconciliación, en los que él ha participado, son posibles en el marco de la justicia restaurativa, que tiene mucho que ver con elementos identitarios cristianos, como el perdón. Que lo dialectico se convierta en dialógico es el su objetivo. Parte de la víctima, de la verdad, y apunta a la reintegración del victimario.

Segovia, que ha trabajado para favorecer encuentros entre exmiembros de ETA y víctimas del terrorismo, relató uno de estos procesos, en el que la fe de víctima y victimario tuvo un papel fundamental. “Es el encuentro entre dos personas mediadas por el sufrimiento, que es la experiencia única que nos vincula a todos por igual”, dijo.

En el cierre de las jornadas, a cargo de monseñor Ladaria y con la presencia del Nuncio, monseñor Renzo Fratini, la teología se elevó al más alto nivel. El Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe hizo una síntesis dogmática, y claramente trinitaria, de lo que significa la reconciliación para el cristiano, uniéndola a la gracia.

“Hablar de gracia y de gratuidad se ha convertido en algo insólito, lo que cada cual es y posee se considera fruto de sus obras y su trabajo (…). La palabra gracia no está de moda, ni siquiera en el lenguaje de muchos cristianos”, se lamentó. Sin embargo, es este un don fundamental. “La doctrina clásica de la creación ha insistido en la gratuidad de la misma”, una gratuidad de la creación en Cristo que da sentido y coherencia a todo cuanto existe, porque “Dios no necesita de nada ni de nadie”.

“La reconciliación es una dimensión del estar agraciado, que nos hace ver la hondura del don de Dios”. “La reconciliación con Dios en cada uno de nosotros encuentra su lugar en este ámbito cósmico que abarca la creación entera”, afirmó. “En la reconciliación de Dios en Cristo opera el amor que él nos tiene”.

Ser agraciado y reconciliado son dos características fundamentales del cristiano, que no se yuxtaponen ni se ponen al mismo nivel, insistió a lo largo de su exposición. “También la reconciliación es gracia, no se basa en el esfuerzo, es gratuito”, este es para Ladaria un aspecto peculiar del ser agraciado del cristiano. “Somos agraciados y reconciliados. Solo en su mutua relación se pueden entender estas dos características del ser cristiano. En cuanto reconciliados somos radicalmente agraciados. En la plenitud de nuestro agradecimiento alcanza la reconciliación todo su sentido y su última finalidad”, sintetizó.

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